Habrá que...
Habrá que tender el colchón al sol
para que se enchine nuevamente
como el pecho del amante
al contacto de los cabellos
desordenados que reposan tiernamente
Habrá que secar la ropa bajo techo
para que no le toque el rocío
a los cuellos duros de las camisas
o los pantalones de campana
o al perfume que perdura meses
aun cuando seguimos las instrucciones
que hay en las etiquetas
del cuello duro de la ropa
Habrá que acostarse temprano
como gallo japonés relajado
como niño después de la jugarreta
para soñar más y roncar menos
o bien para esperarla tendido
y soñarla menos, descalza y rendida
Habrá que ser cantor a veces,
poemante sólo los martes y jueves
y leña seca todas las noches
para arder en cada vibrato
y leerle el poema suyo
en los días impares también suyos,
para arder nuevamente
con letras, sonido y madera de caoba
Habrá que ser consecuente
con lo que se deja de decir,
con el brillo en los ojos arenosos,
con su cansancio y las faenas,
con las notas y los notarios,
con el fin de semana que llega,
con deberes y dibujos,
con los abrazos y su libro
y también, por supuesto,
con la voz en cuello
que se escapa a veces
como un gallito o una bisagra
que invitan a habitarnos.
Quincho.