Preludio de una tarde en primavera
Dorada tarde renaciente
Como dando a luz al horizonte
A lo lejos un poco de ternura
Otro poco de tristeza arisca
Que se cuela por la ventana
Como un brochazo de Dalí
Se divierten las hojas en su caída
Se acarician con la llovizna
El patio grande sonríe pleno
Con la luz que lo encandila
Rejuvenece con la brisa
Preludio de frío en primavera
De sueño profundos, serenos
Y tardes ausentes de humo
De hastío y memorias negras
Y bemoles ajenos, sonoros
Agostos, Septiembres y más
¡Tantas tardes doradas!
Nubladas, débiles que huyen
Vencidas por el rey sol
que como amante eleva su brío de corcel
Y luego las apacigua
Hasta que el dorado sueño
Se torna azul y negro
Y finalmente nos dibuja una sonrisa
Tánatos
Pd. Los años pasan, no pasan sin huella alguna, miles de cosas cambian, pero todavía quedan aquellos destellos de luz que recuerdan un todo perdido en el tiempo. Una tarde amarilla, profundamente quieta, la vista a lo lejos de un lago dormido, los guantes para el frío, y en fin, destellos de luz que todavía ciegan los ojos y logran traer de vuelta lo que se ha vivido como debe ser vivido, sin arrepentimientos, sin añorar lo que no sucedió.