martes, 13 de marzo de 2012

Una ñoñera al año no hace daño...



Dos historias


Recuerdo que tuve dos historias,
que en realidad fueron más,
pero todas como los viejos casettes,
sonaban de un lado
y luego se revolcaban,
una de ellas fue
una de amor infinitesimal,
infinito, quiero decir,
adolescente, por cierto,
lleno de ternuras,
cruentas pasiones,
desbocadas noches
y madrugadas,
y tardes y mañanas
y etcéteras.

Bajo su sombra
nos cobijamos muy bien
de cientos de lluvias invernales,
resistimos al tiempo y los qué dirán,
alejamos a golpes a la razón,
y renunciamos a hablar en plural,
nos desvivimos en cuentos,
en los "para siempre",
y decidimos vivir como mande el día
porque el futuro no tenía
razón alguna para existir
al margen de nuestras fijas miradas,
y del juego de correr en las rieles del tren
con dicho transporte pisándonos los talones.

La otra historia,
otra de amor también,
fue radicalmente diferente,
se hablaba en primera, segunda
y hasta en tercera persona,
incluso de otras personas,
¡vaya horror diría años atrás!
se decía "futuro" serenamente,
no al borde de las nubes,
sino más bien como decir
"hay que cargar gasolina para el auto,
tenemos que salir mañana temprano"

La razón era una cosas cotidiana,
como acariciar al perro, caminar al bus,
como almorzar con cuchillo y tenedor,
no caminábamos en las nubes de lluvia
sino por la vereda y mirando siempre atrás
y sin embargo, atando todos los cabos,
zurciendo casi todo lo desgastado
que terminaba por romperse,
lavando día a día la cara
a los pequeños grandes sueños,
típicos de la adultez, de la moderación,
el sol lo quemó todo,
los rastros que dejamos para volver
sobre los pasos andados,
que nos llevaban a ese rincón
donde una vez estallamos en sueños,
quemó las pupilas y las retinas,
ya no pudimos vernos más a los ojos
sin titubear, sin aclarar la garganta,
sin modular la voz para la ocasión.

Entonces caí en cuenta,
que dibujar en las paredes del alma,
es una tarea de miles de años,
pero que siempre existe
un disolvente que va borrando
aun las mejores obras, los mejores años,
para dejar abierta una vez más la ventana,
y la puerta y la mirada...

Y el que tenga una historia diferente que contar,
¡que se atreva y lo haga ahora mismo!

Tánatos.

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