La tarde y los ciclos
La marea alta que embriaga
el dulce sabor de su boca
que se extingue
que dura como una vela
la que se le prende
a los santos mudos
llenos de probabilidades
de anhelos gastados
como tizas de profesora
la que se cotiza
en los altares de sombras
La noche errante
como zapatos dormidos
caminando sólo porque existen
y en un murmullo de agua
se convierten en fragores
de vino tinto y dulce
que tomaremos al volver
al camino ajeno
al papel donde escribo
al botón de esa blusa
al pudor y el ajenjo
al delirio compartido
al verso que me guardas
en La mayor, en Si todavía
en me muerdo las uñas
y te busco
y siempre te encuentro conmigo
en los rincones
de esta primavera
Quincho.
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