La estatua del grito al viento
Quién tocará mi puerta
cuando sepan finalmente
que me quedé dormido
lleno de paracaídas que no abren
de sollozos que no suenan
de anfitriones tímidos
y velas infinitas, muertas
Quién malgastará sus primaveras
sus rudos fines de semana
entendiendo mi añoranza
mi fe de estar sin ojos
sin acentos ni arcoiris
refrenando los impulsos
las ganas de convertirme en barro
y encenderme en llamas
Qué promesas serán suficientes
cuando se apaguen las lenguas
y los amantes caminen con ropa
cuando se agote la farsa
de estar en pie y boca arriba
esperando las gotas del rocío
con los labios resecos
invadidos de cuevas de arena
Qué trasnoche calmará la sed
el sañudo aguijón de la duda
los cuellos y puños
enfiestados de aromas densos
la maldición de la tarde
que se cae a pedazos
a través de la luna que se derrite
para bañarme de cosmos
inventando la estatua
del grito al viento.
Quincho.
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