viernes, 9 de noviembre de 2012







Sin pensarlo siquiera


Que las semanas y los meses
y los años de intenso fulgor
no valgan nada, 
nada de nada,
que se queden apenas en pie
esos dos árboles de raíz profunda,
que se toquen los dedos y ardan
y en ese incendio se encuentren
como amantes, compañeros,
faros de Alejandría, 
y se apaguen las llamas
con lenguas y besos, 
con ramas y savia,
con sus abrazos diarios
que todas sus cicatrices
se queden allí tal cual
para recordarse presas
de otros pasados
y reconocerse así sin vacilar
por esas mismas marcas
humeantes todavía
como hijos de otros vientres
vasijas de otras manos
pero entrelazados 
comprenderse un todo
ese algo que nadie más tiene
que lo dan las sonrisas y el fuego
los brazos y los relámpagos en la mirada
esa sangre que exige intensidad
y obliga a dejarse llevar
porque no se puede hacer otra cosa
que pensarse sin pensarlo siquiera.

Quincho.





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